El muro que floreció en Caracas y marcó el inicio de una nueva forma de hacer jardines.

Todo comenzó con una visita inesperada.

Había una pared enorme, desierta, en el Hotel Renaissance de La Castellana, en Caracas.

Y alguien, que ya conocía mis jardines y tenía muy buen ojo, pensó en mí.

Me propuso un reto distinto: transformar ese muro de más de 300 metros en un jardín colgante que diera vida, belleza y frescura al espacio.

El reto era claro.

Y lo que parecía imposible, se convirtió en la oportunidad de crear el primer jardín colgante de escala monumental en Venezuela.

Diseñamos, dibujamos, calculamos.

Juntamos a especialistas en ingeniería, fertilización, irrigación, paisajismo, arquitectura, iluminación, botánica y jardinería.

Cada paso fue pensado. Cada planta fue seleccionada con intención.

Porque no se trataba solo de llenar una pared con plantas, sino de construir un paisaje que respirara, que envolviera, que hablara por sí solo.

Cuando lo terminamos, aquello fue una emoción difícil de describir.

Ver ese muro, que antes era solo concreto, convertido en un jardín vivo, colorido, que daba la bienvenida a los visitantes del hotel, fue una de las mayores satisfacciones de mi vida.

Desde entonces, ese jardín no solo embellece un espacio.

Es testimonio de lo que se puede lograr con amor, dedicación y un buen equipo humano.

Y también fue el punto de partida para otros muchos jardines colgantes que vinieron después.

Hoy, al recordar el proyecto del Hotel Renaissance, no pienso en la escala o la dificultad técnica.

Pienso en los nombres de las plantas que escribíamos a mano.
En las ideas compartidas entre café y planos.

En la emoción del equipo al ver brotar la primera flor.

Ese jardín fue el primero, pero nunca será el último.

Fue el inicio de EntreHojas, y de una forma distinta de ver los espacios.

Y tú, ¿te imaginas cómo sería tener un rincón así en tu casa?