
Acompáñame a dar una vuelta imaginaria por un jardín muy especial que creamos.
Mira, al principio nos topamos con un reto grandísimo. Un muro enorme.
Y no podíamos apoyarlo en la pared, necesitaba su propia estructura de metal, ¡como si fuera una escultura viva!
Y claro, surgió la pregunta: ¿cómo íbamos a cuidarlo allá arriba?
Pero ahí estuvimos, dándole vueltas con mis herreros, gente muy talentosa.
Y se nos ocurrió una idea genial, como esas que te dan un ¡ajá!
Un andamio-escalera que cuelga, ¿puedes creerlo?
Se agarra de la misma estructura del jardín, con unas piezas que le hicimos a medida, como unas «orejas».
Y lo más curioso es que cuando no lo necesitas, ¡desaparece!
Se esconde detrás de una puerta secreta en el jardín, como si fuera magia.

Mi equipo, ¡son unos duros!, pusieron una capa de plástico y luego dos de tela, con mucho cuidado, para que las plantas y el riego estuvieran seguros.
Ahora piénsalo: ¡240 metros cuadrados llenos de vida! Plantas y flores de todos los colores, como un arcoíris que siempre está ahí.
Y para que siga así de bonito, siempre lo estamos mirando y el agua llega justo donde tiene que llegar.
De verdad, este jardín que llamamos Trapiche es otra cosa.
Es un pedacito de paraíso exótico, único, ¡increíble!, aquí en Caracas.
Es una muestra de lo que podemos hacer cuando le ponemos cariño, inteligencia y trabajamos juntos.
Y tú, ¿te hubieses imaginado tal espectáculo colgando de ese muro?
